
Salvo un reducido grupo de científicos y expertos en salud pública, nadie creyó que fuera posible que el mundo se detuviera por un virus. Ni gobernantes, ni académicos, ni la misma comunidad médica, o los empresarios vieron venir la pandemia.
A nadie se le puede juzgar por no tener identificado en su mapa de riesgos una pandemia que cambiaría la vida de todo el mundo en cuestión de semanas, pero ya no hay excusa para no aprender varias lecciones.
El aislamiento obligatorio que se impuso en muchos países como medida para ganar tiempo y preparar los sistemas de salud, probablemente salvó muchas vidas, pero afectó gravemente varios sectores productivos como el turismo, las actividades culturales, y el mismo comercio. Si bien es cierto que en la medida en que las restricciones se vayan levantando, algunos sectores afectados iniciarán de inmediato una recuperación paulatina hasta volver a la normalidad, también es posible que otros cambien para siempre.
En el sector de turismo por ejemplo, es muy probable que los turistas por placer esperen para planear sus próximas vacaciones hasta que las condiciones de sanidad permitan disfrutar sus destinos sin exponer su salud, lo que puede tomar muchos meses o años, y los viajeros de negocios, continuarán desarrollando muchas de sus actividades mediante reuniones virtuales en vista de los ahorros en tiempo y en dinero.
Tanto las empresas de la industria del turismo, como los que hacen parte de la industria de los conciertos, son los primeros llamados a replantear sus modelos de negocio. Así como en el pasado reciente, la industria discográfica y fotográfica tuvieron que reinventarse, hoy todos los sectores deben abrir sus ojos y sus mentes para ver lo que no es evidente y adelantarse al futuro para diseñar modelos de producción, de comercialización y de distribución alternativos, porque no sabemos si nuestro negocio sea el gran afectado del próximo gran reto para la humanidad.